jueves, 4 de agosto de 2011

Augusto Gasco Núñez: “El Cónsul Chotano”

Enviado Por: Segundo L. Rojas Gasco
(Chota.04.08.2011)
El 5 de abril de 1910 nació en Chota mi tío Augusto Gasco Núñez, hermano de mi madre, a quien se le conocía cariñosamente como “El Cónsul chotano”. Este título diplomático le fue conferido por la ciudadanía chotana radicada en el territorio patrio.
Los chotanos, de distintos puntos del país, encontraron en don Augusto Gasco al mejor y leal paisano, ya que con ellos era servicial, fraterno, muy humanitario, capaz de solucionar, o por lo menos ayudarles a solucionar cualquier problema personal o familiar en la capital de la república, hasta el extremo de que si un paisano no tenía donde pernoctar era capaz de brindarle su cama y conformarse con dormir sobre la mesa de su trabajo (mesa de sastrería).
Su niñez y juventud las pasó en su querida Chota, disfrutando del afecto de la familia Cadenillas y de sus allegados, hecho que le permitió mantener una relación amical con los jóvenes Cadenillas, Vigil Cadenillas, Soto Cadenillas, los Arrascue, los Díaz, los Novoa, etc. Amistades que las conservó hasta el día de su muerte, y que le sirvieron de mucho apoyo en el desempeño de sus “funciones diplomáticas”, como veremos más adelante. El joven Augusto Gasco y sus amigos disfrutaron, en esa época, de días de gran regocijo y distracción en sus paseos a la campiña chotana, a los baños en las aguas del río chotano, Colpamayo y San Mateo, (comiendo, a orillas de los ríos, pescado envasado, portolas o salmón, con galletas o tortas); así como participando en los juegos para jóvenes, propios de esa época, y que ahora ya no se practican.
En este punto de la nota, es oportuno mencionar que uno de sus amigos en Chota le puso el apelativo de “buey”, por su estatura y corpulencia, quedando desde esa vez, entre sus amigos íntimos, como el “buey Gasco”; que es el otro sobrenombre de mi tío.
Volviendo a nuestro relato, uno de esos días friolentos y lluviosos de diciembre, en Chota, el joven Augusto Gasco decidió viajar a Lima, en busca de un horizonte mejor, atendiendo a los consejos de la familia Cadenillas que tenía familiares residentes en Lima y con los cuales había realizado ya las coordinaciones para que cobijen al tío Augusto hasta que consiga trabajo, pues esta familia estaba muy interesada en el futuro de él.
En efecto, un día después de navidad, el joven Augusto Gasco partió de Chota, montado en un caballo alazán, portando una pequeña maleta con sus reducidas pertenencias, y, acompañado de un arriero, conforme se acostumbraba en aquellos tiempos. Naturalmente, portando también el suculento fiambre cuyo menú era: tortillas de maíz, bastante cancha, cuy frito con papas guisadas, y sabrosos tamales. De asentativo -lo que todos estaban pensando-, una botella de llonque, que además, era bueno para el frío y el dolor de estómago.
Así, en tres jornadas llegó al ISCO, un poco más allá del distrito de Llama y, desde este punto, cogido fuertemente de la baranda de un camión, llegó a Chiclayo, en donde compró su pasaje para viajar, y, a los dos días se embarcó en el puerto de Eten rumbo a Lima, en el vapor de transporte “Pachitea”. Caleteando, carga y descarga, el viaje de Chiclayo a Lima, duró una semana. Al llegar al puerto del Callao (en 1929) se le agrandaron sus ojos, y un rictus de complacencia se dibujó en su rostro redondo y moreno al contemplar el paisaje urbano. Cumpliendo con las instrucciones de la familia Cadenillas, el joven Gasco, subió a un tranvía y después de media hora ya estaba en el paradero de la Plaza San Martín, en donde se apeó, y luego caminó una cuadra, con maleta en mano, hasta llegar al Pasaje Encarnación, donde vivía la familia Vigil, parientes de los Cadenillas de Chota, quienes lo recibieron como a un familiar.
El joven Augusto Gasco se encontró con una ciudad enorme, comparada con su pequeña Chota. Lima estaba remozada en aquel entonces con motivo de haberse conmemorado el primer centenario de nuestra independencia (en 1921). Impresionó mucho al joven Gasco, las anchas avenidas (la Av. Leguía, que ahora se llama Arequipa, la Av. Tacna y la Av. Abancay, entre otras); las plazas bien cuidadas, con jardines llamativos; los monumentos enormes; las iglesias monumentales; los edificios modernos, de varios pisos; y las nuevas urbanizaciones (San Isidro y Santa Beatriz). Remozamiento que (como dije anteriormente) se debió a que Lima recibió de algunos países, con motivo del primer Centenario de nuestra independencia, obsequios monumentales:
  • Alemania nos agasajó con el reloj del Parque Universitario, colocado en la parte superior de una columna alta y vistosa. La campana tocaba levemente cada 15 minutos y, resonaba cada hora, de tal manera que diariamente daba de una a doce campanadas muy sonoras.
Esta construcción, con su reloj, armonizaba estéticamente con los jardines multicolores del parque universitario. Recuerdo que en 1950, la primera vez que visité Lima, una noche jugaba con mi primo César Díaz Gasco, pateando una pelota de jebe en los jardines del Parque Universitario. Al oír las diez campanadas yo y mi primo fuimos a la casa a dormir, porque a esa hora ya todo el centro de Lima estaba muy silencioso, tan sólo se veían algunas “sombras” que caminaban apuradas a tomar el último ómnibus.
  • Estados Unidos, por su parte, obsequió una fuente ornamental de bronce ubicada en la avenida Arequipa.
  • Italia, nos brindó el Museo Italiano y el Monumento a Antonio Raimondi en la Plaza Italia.
  • Japón, el monumento a Manco Capac, en el distrito de La Victoria.
  • Francia, la Plaza Francia, antes conocida como Placita de La Recoleta.
En fin, fueron inauguradas éstas obras; así como otras realizadas por el Presidente Don Augusto B. Leguía, como por ejemplo el Parque de la Exposición, con amplios jardines, lagunas y paseos.
El joven Augusto Gasco encontró, pues, una Lima hermosa, joven, alegre y elegante. Lima tenía más o menos medio millón de habitantes.
Nuestro cónsul, nos contaba que en las noches era cuando más recordaba a su idolatrada Chota, y se las pasaba meditando, y silbando nostálgicamente algunas canciones: Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo... Y también el vals El zorzal”.
Los primeros días en Lima fueron para el joven Augusto Gasco de gran preocupación por conseguir trabajo. El único documento de presentación que trajo fue su certificado de “Ayudante de Sastrería”, documento escrito en papel sello sexto que le había firmado el mejor sastre chotano, el señor Villalobos, en el que cercioraba que el Sr. Augusto Gasco Núñez era un buen ayudante de sastre, que sabía muy bien pegar botones, hacer bastas con costura pategallo, hacer ojalillos, cocer pantalones y planchado de prendas de vestir. Y que era, además, un joven honrado, puntual y respetuoso. Este certificado, estaba refrendado por un notario, de apellido también Villalobos.
Y en eso estaba, cuando un buen día (se había encomendado a la Almita de “Chorroca”) salió a buscar trabajo y palideció de alegría al encontrar en el Parque Universitario, cerca de donde vivía, un pequeño letrero que anunciaba:
SE NECESITA AYUDANTE
SASTRERÍA CAJAMARCA
JR. BAMBAS 430.
¡Por fin!, dijo para sus adentros, y de inmediato se encaminó a la sastrería, y al llegar a ésta tocó la puerta y sin esperar el permiso entró.
- Señor, buenos días, vengo a trabajar con usted soy ayudante de sastre.
- ¿Qué sabes hacer?
- Aquí está mi certificado de trabajo.
El dueño de la sastrería un señor Rodríguez, cajamarquino, leyó el certificado, y de inmediato le ofreció:
- Comienzas desde mañana, vamos a ver si es cierto lo que dice el papel. Además, somos paisanos, soy de Cajamarca.
Con el corazón que no le cabía en el pecho por haber encontrado trabajo, y justamente a cuatro cuadras del Pasaje Encarnación, detrás del local de la Universidad de San Marcos, lo primero que hizo fue ir a la primera iglesia que encontró (Iglesia de los Huérfanos), a agradecerle a la “Almita de Chorroca” por el favor recibido.
Ese mismo día, antes de regresar a su alojamiento y dar la buena nueva, decidió pasear por el centro de Lima a fin de conocer un poco más la ciudad capital del Perú. Llegó a la Plaza Mayor, en donde estaban (y están) el Palacio de Gobierno, La Catedral, La Municipalidad. Entró a todas las iglesias establecidas cerca de la Plaza Mayor, que él no sabía su nombre, pero que después se enteró que se llamaban: San Francisco, San Pedro, La Merced, Santo Domingo, San Marcelo; llegó al puente sobre el río Rímac. Y ya de regreso observó que un gallinazo planeaba por encima del Palacio de Gobierno “Es un shingo, se alimenta de carroña —pensó—. Algo se está pudriendo en ese palacio”.
Finalmente agotado de tanto caminar llegó a la casa de su hospedaje (Pasaje Encarnación) y le contó a la señora Vigil que había conseguido trabajo, la cual lo felicitó y le dio algunas recomendaciones, en especial sobre el tránsito de los tranvías, para cuando lo mandaran a comprar materiales de sastrería o a entregar obras: Debes fijarte bien, hacia donde van las líneas de tranvías. Todos parten de la estación central de la Plaza San Martín que tú conoces, a donde llegaste del Callao. Un tranvía va de la Plaza San Martín al Callao; otro de la Plaza San Martín hasta Chorrillos.
Ahora –Continuó aconsejando la Sra. Vigil- si vas directo al Callao o a Chorrillos compra pasaje ida y vuelta, porque así te dan derecho a dos pasajes urbanos gratis, es decir tú puedes ir gratis de la Plaza Bolognesi a cinco esquinas, o desde la Plaza Bolognesi al Rímac, también a Magdalena, a la Plaza Italia. También hay unos autos chiquitos que se llaman colectivos, que van de la Avenida Leguía hasta el Palacio de Gobierno, otra línea que va desde La Victoria hasta Vitervo, por la avenida Abancay.
Poco a poco aprenderás a viajar, es fácil ubicarse, como tú ves, la estación central está cerca a la casa y también cerca a tu flamante trabajo.
Esa noche el joven Gasco se acostó feliz, silbando: Las locas ilusiones me sacaron de mi tierra...
Con los días Augusto Gasco fue acostumbrándose a la vida limeña, a trabajar con dedicación y esmero, a cumplir perfectamente con los mandados, a conocer Lima, a esa enorme Lima que le había dado una nueva forma de vida. Felizmente mi tío era bien “mosca”, como decimos ahora.
Una mañana —nos contó el tío— fue a tomar desayuno a una cafetería que quedaba en el Jirón Azángaro, a la vuelta del taller. Entró, y pidió un café con leche. El japonés que lo atendió le preguntó:
- ¿Quele en vaso o taza?
- En vaso —dijo el joven Gasco.
El japonés le trajo un vaso de leche y un Chancay con harta mantequilla. A poco, el tío se dio cuenta que era mejor pedir en taza porque, aunque el vaso contenía mayor cantidad de leche, esta no era pura, el japonés le echaba un poco de agua, en cambió en taza la leche era purita y con nata. “Ese chino —dijo el tío—, no era ningún cojudo”. Ese fue su primer desayuno limeño en cafetería, y también su primera experiencia de la picardía limeña. Nos contó también que almorzó por primera vez en el restaurante “Salón Blanco”, ubicado en el mismo jirón, y que el menú fue sopa a la minuta con arroz a la cubana.
Después de dos años de trabajo, el señor Rodríguez, dueño de la sastrería “Cajamarca”, en vista del buen desempeño de su ayudante lo dejó a cargo del taller, porque tenía que viajar con urgencia a Cajamarca, por unos días, al término de los cuales regresaría.
Sin embargo al cabo de unos meses el señor Augusto Gasco recibió una misiva del señor Rodríguez en la cual le comunicaba que definitivamente se quedaba en Cajamarca y que él viera lo conveniente con la sastrería. Debido a ello Augusto Gasco decidió cambiar la licencia municipal, para evitar problemas. Desde entonces, la sastrería cambió de razón social a:
SASTRERÍA “CHOTA”
DE AUGUSTO GASCO
Jr. BAMBAS 430
El taller de la sastrería Chota estaba ubicado en una calle cuyas casas eran antiguas, posiblemente construidas a fines del siglo XIX; habitadas por gente de condición económica modesta pero de carácter apacible y muy amigable. Y como lo hemos dicho antes el local se encontraba en el centro de Lima, en el mismo corazón de esta ciudad, y a su alrededor funcionaban dependencias públicas y privadas importantes, de tal manera que todo el año había paisanos en la sastrería, especialmente en verano, es decir, en los meses de vacaciones. A todo esto se agregaba que los chotanos residentes en Lima dejaban su tarjeta con sus nombres y datos referentes a su trabajo, dirección, teléfono, etc. Los que no tenían tarjetas dejaban escritos en papel todo lo relacionado a su vivienda, a su profesión y su trabajo.
Con estos primeros datos, se inició el Cuaderno Directorio del Consulado Chotano, que le serviría al tío Augusto para realizar gestiones a favor de sus paisanos. Cuaderno que ya tiene 70 años de existencia y que ahora está en manos de mi primo Eduardo Chávez Gasco.
Debo mencionar que ese cuaderno inicial fue reemplazado por otro, ya que aquel tenía pocas fojas y resultaba insuficiente, hasta la tapa estaba deteriorada y por ese motivo ésta tuvo que ser cambiada por cartón grueso, pegado al lomo con retazo de tela. De manera que al cabo de un tiempo ese cuaderno se convirtió en una verdadera nómina de una “sastrería consulado”. Este Cuaderno Directorio, repito, está en manos de mi primo Eduardo Chávez Gasco, y está muy bien que él haya heredado esa joya.
De modo que con el paso del tiempo, el cónsul chotano tenía ya muchos amigos y también mucho prestigio, por haber realizado varias gestiones en favor de los paisanos, con el uso de esa nómina,
El cónsul, tenía sus amigos chotanos de diferentes profesiones que eran las “varitas”, que en el Perú, hasta ahora son indispensables para toda gestión. Él era consciente de que este proceder era incorrecto pero sabía también que era de uso común, conveniente y socialmente aceptado.
Veamos a continuación las siguientes “varitas” con las que contaba nuestro consul:
1. Para encontrar trabajo en el ejército o para ingresar a la Escuela Militar de Chorrillos, la vara era el Coronel Guillermo Núñez Saldaña, que era jefe de personal del Ejército; los entonces Capitanes Rogelio Toro Díaz y Guillermo Gasco Saldaña. Y en la Escuela de Material de Guerra, el entonces Capitán EP Segundo L. Rojas Gasco.
2. Las varitas para la Escuela Naval, el entonces Comandante Julio Aníbal Gonzales Castro.
3. Para la Escuela de Policía, el Comandante Froilán Tantaleán Azcurra y los médicos del Hospital de Policía: José Santos Pérez Castro, Pompeyo Sánchez Hurtado, Napoleón Linares.
4. Para la Escuela de la PIP, el Cónsul era muy amigo del Director General de la PIP Señor Carlos Marín (Celendino)
5. Para los enfermos, el cónsul tenía la vara del Doctor. Napoleón Arrascue (Napo Arrascue) Paco Arrascue y Antonio Cadenillas en el Hospital Dos de Mayo. En ese hospital también apoyaba el Doctor. Manuel Tudela Salmón, oculista, vecino y amigo de nuestro cónsul.
En el hospital Hipólito Unanue (Bravo Chico), al Doctor. Alejandro Vargas Calderón, neumólogo, destacado profesional, que curó a muchos chotanos. ¡Gracias Dr. Vargas, muchas gracias!
En el Hospital del Callao, también teníamos una varita, el Doctor Campos Pérez.
6. Para los paisanos que venían a Lima en busca de trabajo, el cónsul tenía “varita”:
- En la Fábrica de Losetas PIANA, a una cuadra de la sastrería, donde trabajaban mi tío Manuel Rojas y mi primo Napoleón Rojas.
- Con el ingeniero Lucho Cadenillas, que daba trabajo en una fábrica de tejidos de Surquillo.
- En la fábrica de Licores Ocucaje, los chotanos tenían un gran apoyo del contador general de la fábrica, el Señor Eliseo Tejada Rojas, Celendino, muy amigo de nuestro cónsul y de muchos chotanos. El popular CASHEQUE, cuando recibía la nota de nuestro Cónsul inmediatamente daba trabajo, para pegar etiquetas a las botellas o lavando las botellas.
En este punto quiero hacer un paréntesis y realzar, reconocer y agradecer a mi amigo CASHEQUE, porque él inscribió a nuestro cónsul en las planillas de los empleados de la fábrica Ocucaje, (a tantas insistencias de Casheque, que le decía Augustito, hasta cuando me das tus papeles para inscribirte en Ocucaje, hasta cuándo. Hasta que al fin nuestro cónsul estregó los documentos). Desde aquel año, tío Augusto tuvo atención médica del seguro y también su pensión mensual. Si no fuera por el seguro, tío Augusto hubiera sufrido mucho y seguramente se hubiera muerto mucho antes.
Por todo lo que hizo Casheque por nuestro cónsul, le agradecemos profundamente, con gran afecto.
7. Para estudiar en el Colegio Guadalupe, los padres de familias chotanos, pasaban al consulado a pedir detalles, y saber cómo se podía llegar con más seguridad y facilidad hasta el director. Fueron directores del Guadalupe, los paisanos Francisco Cadenillas Gálvez, Pedro Coronado Arrascue y Carlos Clavo Rivera, los tres eran amigos de nuestro cónsul. Muchos jóvenes chotanos e hijos de chotanos estudiaron en el colegio Guadalupe gracias a las gestiones de nuestro cónsul.
8. Para continuar con el Sector Educación debo mencionar al Centro Escolar Tarata, cuyo local quedaba en el Jr. Azángaro, a la vuelta del Taller de Sastrería. Y allí también mi tío Augusto ayudó a varios primos a estudiar su primaria, por eso los amigos cercanos y familiares decían que era Colegio de los Gasco. Allí estudiaron mi primo César Díaz Gasco, Carlos Díaz Gasco, Eduardo Chávez Gasco, mi hermano Augusto, mi sobrino Salomón Carrasco, José Ramírez, Jorge Cabrera.
Mi tío Augusto era el sastre de varios profesores y de ese hecho nacieron las varitas.
Por otra parte, los profesores chotanos y empleados administrativos del Ministerio de Educación viajaban a Lima, especialmente en los meses de vacaciones, para realizar diferentes gestiones. Y ellos sabían que nuestro cónsul era el mejor medio para solucionar sus pedidos, no sólo por las influencias que tenía sino además porque la sastrería quedaba a una cuadra de dicho Ministerio (en el Parque Universitario), de modo que las visitas al cónsul eran constantes y muy concurridas.
Veamos quienes eran “Las varitas” en el Ministerio de Educación:
·         El doctor. Francisco Cadenillas Gálvez, Director de Educación Superior.
·         El Ingeniero Rafael Loayza Guevara, Director Nacional de Educación Técnica.
·         El Señor. Sergio Ordóñez, Alto directivo de Educación Primaria Superior.
·         El doctor Leopoldo Díaz, Asesor del Ministro de Educación.
Con estas personalidades educativas chotanas, estaba ya asegurada la gestión en el ministerio, en cualquier dependencia, porque nuestros paisanos, tenían también amigos en todas las dependencias educativas. Que conste que todos eran personas honestas y probas, nada de coimas, ¡ni pensarlo!
Esas eran las varas, lo difícil era llegar a ellas. ¿Y cuál era el camino más seguro? Desde luego, el consulado chotano; precisando más, el cónsul chotano, Augusto Gasco. Y, ¿Cómo se lograba? Veamos:
Casi dos veces por mes, especialmente los viernes, final de quincena, iban a jugar casino en la Sastrería Chota, el ingeniero Loayza, el señor Ordóñez, don Teodoro Medina, Don Octavio Sánchez, don Enrique Pérez Castro. Mientras ellos jugaban, mi tío Augusto pasaba el café negrito acompañado de su pan con camote y relleno, y cuando llegaban encomiendas a nuestro cónsul había cuyes, cancha, galletas, rosquitas, bizcochos, panecitos, calabrias, etc. Naturalmente que de aperitivo servía su copa de llonque y también otra de asentativo. En algún momento oportuno abordaba el pedido nuestro cónsul, entregaba un papelito al que correspondía y, esperaba la respuesta que indicaba la fecha y hora de recepción en el Ministerio de Educación.
Yo estuve presente en algunas de esas reuniones, y vi con mis propios ojos cómo aquellos cerebros chotanos se alegraban, se entusiasmaban, por cariño a mi tío, y quizás, también, porque recordaban sus juegos de colegiales en Chota, y, por supuesto, por haber gozado de ese menú propiamente chotano. Las reuniones comenzaban a las 6 de la tarde y no pasaban de las 10 de la noche.
Cuántos chotanos recibieron favores de aquellos personajes chotanos, tanto de los ministerios como de los hospitales, de la Escuelas Militares y policiales; cientos de chotanos (por decir una cantidad) y, casi todos, con algún porcentaje de influencias del cónsul chotano Augusto Gasco; sin embargo, no le hemos reconocido ni agradecido: murió casi olvidado, y en su entierro, apenas estuvimos en el cementerio algo de 30 personas en total.
¡QUE CONSTE QUE NUESTRO CÓNSUL NUNCA PIDIÓ NI UN CENTAVO POR ESA LABOR QUE HIZO EN BENEFICIO DE SUS PAISANOS!
Sólo el Centro Chotano, el año 1995, le otorgó un diploma de honor, “LOS LAURELES CHOTANOS”, “establecidos para hacer reconocimiento público a los méritos cívicos de sus asociados”

Como sobrino, y chotano, solicito por este medio que el alcalde de Chota perennice a nuestro “cónsul”, poniendo su nombre a alguna calle de la ciudad de Chota. ¡Lo merece!
La muerte de nuestro cónsul
Así fueron muriendo los días y con los días los años, y algo parecido ocurrió con mi tío. Su decaimiento se inició el año 1988, cuando fue desalojado judicialmente del local de la Sastrería Chota, en el Jr. Bambas 430, a causa de la demanda presentada por el dueño, un señor que tenía varias propiedades. Tío Augusto vivía en ese local, más de 50 años y según algunas disposiciones legales, no podía ser desalojado porque era su vivienda y taller. Pero el tío Augusto cometió un lamentable error. Desoyendo nuestras objeciones, contrató para que lo defienda a un letrado que era su vecino e inquilino del dueño litigante, sin sospechar que este abogado, un cojo de mala entraña, interesado en que no lo desalojen también a él y de recibir un soborno, se coludió con el dueño y a propósito llevó mal el juicio. A resultas de lo cual el tío perdió la causa y se produjo el desalojo. Nosotros, los sobrinos, preocupados por este resultado, indagamos en el Palacio de Justicia, en los expedientes, consultamos con otros abogados: no había nada qué hacer: el cojo se había vendido, había jugado a dos ases. Pero como veremos más adelante, a este abogadillo le cayó su castigo.
El tío Augusto entonces pasó a vivir en la casa de mi primo Eduardo Chávez Gasco (Chavecito), en la sexta cuadra del jirón Puno, cerca de la Plaza Santa Catalina. Nosotros, los hermanos Rojas Gasco y mi mamá, vivíamos a una cuadra de la vivienda de mi primo Eduardo, de tal manera que siempre visitábamos al tío Augusto; y los días sábados nuestro tío almorzaba con nosotros, y nos sentíamos muy felices de estar junto a un hombre tan bueno que nos había dado tanto apoyo para conseguir nuestros objetivos profesionales. En todas las reuniones familiares estaba tío Augusto, muy querido por nuestros hijos y nietos.
Recuerdo que siempre después del almuerzo, nuestro cónsul, daba su siesta de sobremesa en el sofá más grande y cómodo de nuestra casa y lo despertábamos en el momento que en la televisión se anunciaba el programa “Trampolín a la Fama” de Augusto Ferrando; después del cual, cerraba su visita tras un apetitoso lonche.
Sin embargo algo de él, insospechadamente, iba muriendo. Ese cambio de domicilio lo fue desplomando psicológicamente, los paisanos ya no iban a verlo sólo iban a visitarlo sus familiares. El desalojo, le propinó un fuerte estrés que, poco a poco fue socavando su salud. Ya no veía a sus amigos, a sus vecinos de Bambas 430, a sus paisanos. Los años fueron causando grandes estragos en su cuerpo y llevaba su existencia a punto de pastillas. Sus últimos años lo vivió en La Molina, siempre en la casa de mi primo Chavecito.
Como su estado de salud empeoraba cada vez más y más, y por lo mismo necesitaba de cuidado médico permanente, Chavecito, su esposa Bertha y sus demás familiares consideramos que era el momento de internarlo en alguna casa de reposo, ya que en el Seguro Social no querían recibirlo. Es así como llegamos a la casa de reposo del doctor Segundo A. Gálvez Muñoz, médico chotano, quien después de escucharnos nos dijo: Para don Augustito, Ad honorem, aquí tendrá casa, comida, lavado de ropa. Ustedes tráiganle algunas medicinas y algunos implementos médicos que necesite.
Así lo hicimos y nuestro cónsul fue internado. Allí pasó sus últimos meses de vida, bien atendido por el doctor Gálvez. Sus sobrinos, hermanos y algunos buenos amigos le prodigamos amor y medicinas.
Quiero hacer público mi agradecimiento al doctor Segundo A. Gálvez, quien cada vez que lo visitó me dice: Para cualquier paisano, las puertas están abiertas, aquí lo tratamos como se debe tratar a un paisano, a un hermano. Y es cierto, varios chotanos han sido internados en esa casa de reposo, y han sido atendidos con cariño y mucho esmero.
HISTORIAS CORTAS DEL CONSULADO CHOTANO Y DE SU CÓNSUL.
Nuestro cónsul era muy buen maestro de sastrería, y por eso tenía muchos clientes. En grado tal que, a pesar de contar con operarios en el taller, no se daba abasto para cumplir con las obras, de modo que tenía que recurrir a maestros pantaloneros y saqueros, generalmente en talleres familiares cercanos a Bambas 430. Por eso había algunos reclamos en la confección de los ternos.
1. Un día un ingeniero chotano, encomendó un terno en la Sastrería Chota. Lo atendió tío Augusto, quien tomó las medidas y le dijo que regresara dentro de cinco días para que se probara. En la fecha indicada el ingeniero se probó el terno y acordaron que la entrega sería al día siguiente de la prueba.
Al día siguiente regresó el ingeniero a recibir el terno, pero antes se puso el saco y se miró en el espejo grandote que había en el taller: y dijo:
Don Augustito, está un poco ancho, me veo panzón.
Ya, no se preocupe —dijo tío Augusto—, le metemos unos dos centímetros, y estará bien —luego trazo con la tiza y le dijo que regresara a los dos días para llevar su saco.
El ingeniero, regresó a los 10 días, cuando tío Augusto y su ayudante Chavecito se habían olvidado de arreglar el saco. A todo esto Chavecito lo había visto venir y apurado ingresó a la sastrería y le dijo al tío Augusto: Por allí veo al ingeniero, seguramente que viene por su saco. Y ahora, dijo tío Augusto, no se le ha hecho nada al saco, pero ya no hay tiempo. Después que llegue el ingeniero, traes el saco y le dices que ya está arreglado. Te la juegas.
En efecto Chavecito salió de la habitación contigua: Ingeniero aquí está su saco, ya está corregido. El ingeniero se puso el saco, estiró los bordes, se miró al espejo y dijo:
Ahora si está muy bien don Augustito. Gracias.
2. Otra vez el saquero había hecho los ojalillos del saco de un médico chotano, con hilo plomo, el saco era de color negro. El doctor al recoger el saco se dio cuenta del color y le dijo:
Don Augustito, todo está bien, salvo el color de los ojalillos, son plomos claros, y deben ser negros, se nota la diferencia.
Lo cambiamos doctor —le respondió el tío— no se preocupe, regrese dentro de 5 días.
El doctor regresó a los 15 días y Chavecito llegó como en el primer caso, corriendo y le dijo tío allí viene el doctor por su saco, no se le ha cambiado el hilo plomo de los ojalillos. Ya no hay tiempo le contestó tío Augusto, entonces Chavecito rápidamente dijo, allí tengo tinta china, le voy a pasar a los ojalillos plomos. Tu ve lo que haces, dijo tío Augusto.
Efectivamente, llegó el médico y tío Augusto le hizo la conversación con el fin de que Chavecito tuviera tiempo para teñir los ojalillos con la tinta china, y dé lugar a que se seque un poco. La conversación, como es de suponer, se hizo muy duradera, y cuando ya el médico daba visos de fastidio, Chavecito salió del interior del taller y dijo:
Doctor aquí está el saco, solucionado el color de los ojalillos.
El doctor se puso el saco y se miró al espejo y dijo:
Ahora sí que está muy bien don Augustito, ya ve; los ojalillos están bien negritos.
3. También debo contar aquí, que para celebrar algún cumpleaños de chotanos amigos de nuestro cónsul, casi siempre lo hacíamos en el Chifa San Joy Lao, en la Calle Capón. De esos acontecimientos quedaron fotografías donde están: tío Augusto, hermanos Antonio y Arturo Medina, don Enrique Pérez Castro, Don Octavio Sánchez Medina, Gustavo Rojas Gasco, Segundo Rojas Gasco, Segundo Regalado, Juan David Vigil Medina, Juan Rufasto, Eduardo Chávez Gasco, Pepe Villanueva, Jaime Villanueva, Darío Sánchez Vera, Carlos Cancino Gasco, César Montenegro Gasco, Eliseo Tejada Rojas, y siguen muchos…Además de estas celebraciones habían otras, ya de carácter familiar o social, en las cuales le pedíamos a tío Augusto que bailara, porque tío Augusto era muy carismático y bailarín. Algunas veces, nos enseñaba cómo se bailaba la danza y la contradanza y, en especial, el tango, que lo bailaba muy bien. Por eso le pedíamos que bailara tango, y él orgulloso de ser el centro de las miradas, mejoraba sus contorneos o los cambios de pasos del tango burlón, por momentos casi sin salir de su sitio, causando la admiración de todos.
4. Mi primo Carlos Díaz Gasco, el popular Chaplin, era, y es aún alegre, palomilla, reilón y bromista, y a veces en extremo. En una ocasión, al ver que el reloj de pared de la sastrería Chota, estaba parado por varios meses, y eso, hasta años, por falta de cuerda (no había el repuesto en el mercado); se le ocurrió decir un día:
A mi tío Augusto lo único que se le para es el reloj.
5. Viene a mi mente otra anécdota. Un día domingo mi hermano Gustavo fue a visitar a un enfermo al Hospital 2 de Mayo, y de pronto por esas inexplicables ocurrencias pasa por la Unidad de Cuidados Intensivos y casi se cae de espaldas al ver en una de las camas al abogado cojo que hemos referido, al que se coludió con el propietario para que mi tío pierda el juicio y sea desalojado de su sastrería. Gustavo que es de “pocas pulgas”, sigilosamente ingresó, se dirigió a la cama del abogado, se agacho con sangre en el ojo y le dijo: ¡Cojo desgraciado, tú lo fregaste a mi tío Augusto Gasco, acuérdate, ahora MUÉRETE CARAJO!
6. Otra anécdota: Un día nuestro cónsul, pasó por la agencia de transportes “Nor Pacífico”, que quedaba junto al Parque Universitario, y vio a un joven con señas de ser chotano. Llegó a la sastrería y le dijo a Chavecito:
Eduardo, creo que tenemos visita
Porque dice usted eso — le preguntó mi primo
Porque allí en la agencia he visto a un joven con una maleta ahorcada [un costalillo cocido con pabilo y guatopa], seguro que viene para acá.
Pasaron unos minutos, y en efecto, el joven chotano llegó con su maleta ahorcada, saludó al tío Augusto y le entregó una carta.
Desde aquel día se quedó en Bambas 430, comió en la pensión de Padre Jerónimo de mi tía Carmen Rosa Gasco y estudió medicina en San Fernando. Se recibió de médico cirujano, se asimiló a la Policía y llegó a ser Coronel de Sanidad de la Policía Nacional.
7. El teléfono del consulado. Nuestro cónsul compró su primer teléfono, de la antigua Compañía Peruana de Teléfonos, el año 1940. El número del teléfono fue 282735. Yo conocí el teléfono era de color negro, diremos el tradicional, que tenía un timbre bullicioso, y los números estaban en un disco, en el que metíamos el dedo índice a los números hacíamos girar el disco hasta un tope y así número y número hasta que al final se escuchaba el tono del timbrado en el teléfono receptor.
Sí ese teléfono pudiera hablar. Cuántas cosas nos diría, nos contaría, cuántas citas amorosas, cuántas sacadas de vuelta, cuántas mentiras, cuántas tristezas, cuántas alegrías; cuántas cosas de la vida…
Ese teléfono “recompensó”, a su dueño, el tiempo de haberlo tenido, de haberlo querido, de haberlo conservado y haber demostrado qué necesario había sido durante tantos años, para cientos o miles de personas. Ese teléfono tenía muchas acciones por cobrar en la compañía peruana de teléfonos, guardadas, y que tío Augusto no había cobrado desde muchos años atrás. Y ese teléfono en el momento más crítico se presentó y dijo, no se preocupen, aquí estoy para solucionar sus problemas.
Sucedió de la siguiente manera. Ante el deterioro incontrolable de la salud del tío Augusto, nosotros los sobrinos Rojas Gasco y Chavecito habíamos acordado afrontar todos los gastos de sus funerales, pero ocurrió que uno de esos días, mientras nos encontrábamos conversando sobre la inminencia del pronto deceso del tío, mi hermano Gustavo le preguntó a Chavecito:
¿Y fuiste a cobrar las acciones del teléfono del tío Augusto?
No —contestó Eduardo
Entonces de inmediato hicimos todo el papeleo en vista de que tío Augusto ya estaba empeorando su salud y podían declararlo inhabilitado. Felizmente todo salió bien, y con el dinero de sus acciones de la compañía de teléfonos, y con lo que nosotros aportamos, fue suficiente para cubrir todos los gastos de un funeral digno de mi tío.
Mi tío Augusto Gasco, nuestro “Cónsul Chotano”, nuestro inolvidable tío, falleció el 10 de enero de 1995. Mi hermano Augusto Rojas Gasco, escribió en la esquela de invitación a la Misa De Mes, unas palabras que son el resumen de nuestra congoja:
Señor:
Tú conociste como era
cuando estuvo con nosotros.
Su nombre era Augusto.
Fue un hombre sencillo,
sin riquezas, ni títulos
lleno de bondad.
Y tú Señor
que conoces bien los corazones,
sabes que es verdad…
Era un hombre bueno.
Él creía en ti, te amaba
y por eso sabemos que ahora
lo tienes gozando de tu gloria.
Y también por lo mismo ahora
venimos a pedirte por nosotros,
para que nos ayudes
a soportar su ausencia,
y sepamos aceptar que tristezas
como ésta, son parte de la vida.
Y que son únicamente tristezas
pasajeras, pues no puede morir
quien vive amorosamente
en nuestro recuerdo.
Si algo me he olvidado sobre nuestro Cónsul Chotano, sobre ese gran hombre, destacado chotano, fraterno, humano, servicial, noble y sencillo, agregue usted lo que sabe, lo que piensa, lo que su conciencia y su memoria le requiera; estará usted demostrando con ello que no se necesita estudiar mucho, ni tener muchos títulos para actuar como hermano de todos los hombres de este globo terráqueo. Es decir, para actuar como actuó don AUGUSTO GASCO NÚÑEZ.

No hay comentarios:

Publicar un comentario